Capítulo 16 –Inteligencia-


Sé que eres inteligente

Lo has mencionado antes

Apuesto a que lees y escribes

Bueno, nena, eres exitosa

No aspires alto, me acabas de conocer

Pero siento algo ahora mismo

Así que no aspires alto, sólo dejate llevar

Todo lo que necesito es esta noche, sí

-Smart – Helmet-

 “Hola, nena”. Elliot está apoyado sobre su brazo en la puerta, vistiendo jeans, una camiseta y una chaqueta de cuero. Luce muy sexy y no puedo evitar la calentura que me produce en la boca del estomago y más abajo. Oh, Dios.

“Hola a ti también”, sonrío intentando mantener la calma, pero mi cuerpo es como un volcán a punto de hacer erupción. Este hombre hace que me derrita con su apariencia. Se acerca para darme un gentil pero apasionado beso y luego me levanta, enredando mis piernas alrededor de su cintura y entrando en mi departamento. Todo se vuelve muy salvaje rápidamente. Siento su erección, mientras sus manos acarician mi cuerpo. Y me dejo llevar por las sensaciones, abrazándolo como si de ello dependiese mi vida.

Se aprieta contra mí y me apoya contra la pared, quitándome la blusa. Le quito la chaqueta y luego su camiseta. Nuestras bocas se mueven para explorarnos la piel, lamiendo y chupando. Encuentro sus pezones y los muerdo gentilmente; lo escucho sisear mientras me acomoda para tener acceso a mis pechos desnudos.

Me inclino hacia atrás para darle mejor acceso y siento sus manos en mi espalda, sosteniéndome firmemente mientras yo disfruto de su lengua devorándome. Mis manos se posan sobre sus musculares bíceps intentando encontrar algún tipo de fricción. Luego me levanta de nuevo y con rapidez se dirige hasta mi cuarto, cerrando la puerta de una patada.

Colocándome sobre la cama, se acerca y me desabrocha los jeans, deslizándolos por mis piernas cuando yo levanto mis caderas para ayudarlo. Sus manos acarician mis piernas mientras de un solo movimiento me quito los pantalones y las zapatillas con las medias. Toma mi pie y comienza a besarlo, asciendo por mi pierna con su lengua, llegando hasta mi muslo y luego allí. Oh mi jodido dios.

Su lengua pasa por mi sensible clítoris y luego entra por mis húmedos pliegues, logrando que casi salte de la cama. Mi cuerpo ya está listo para alcanzar la cima y finalmente lo hago cuando introduce su dedo en mí. No puedo contenerme y grito cuando llego al orgasmo, él lamiendo mis jugos con adoración.

Le lleva un rato a mi cuerpo reaccionar y él me observa, mientras intento controlar mi respiración. Me tapo los ojos con mi mano y me río. Esto es simplemente demasiado bueno.

“¿Qué es tan gracioso, Srita. Kavanagh?”, sonríe, pero quizás se siente un poco ofendido. Tomo su rostro en mis manos y lo acerco a mí.

“Nada”, susurro y lo beso profundamente, saboreándome en sus labios y lengua. Tan caliente. Luego, sin decir nada, lo empujo fuera de la cama. Él obedece y yo me siento para desabrochar sus jeans y despojarlo de sus pantalones y bóxers. Intentando ayudarme, se quita los zapatos y sonrío cuando por último se saca las medias. Enseguida vuelve a la cama, besándome y acariciándome con sus fuertes manos.

“Hazme el amor”, susurro. Y ni bien termino de pronunciar esas palabras, se coloca sobre mí. Toma mi pierna y la pone sobre su hombro y luego se introduce en mí. Lo siento tan profundo que grito. Me penetra fuerte pero no lo suficiente como para lastimarme y puedo ver el esfuerzo en su rostro. Se está conteniendo.

“No lo hagas”, le digo. Él hace una pausa, y me doy cuenta de que piensa que quise decir que se detuviera. “No, no te contengas”, susurro.

“Oh, Katie. Nunca podría hacerlo”.

Y no lo hace. Penetrándome con fuerza, se sostiene sobre sus brazos para que no recaiga su peso sobre mí, y me embiste cada vez más fuerte y más rápido, tocando mi punto sensible en cada embestida. Es mágico y erótico y siento que comienzo a alcanzar otro orgasmo. El ritmo es duro y constante.

“Córrete conmigo, Kate. Mierda”. Sus palabras me llevan a la cima de nuevo y él acaba en mí, mientras convulsiono a su alrededor. Mi orgasmo es eterno y soy pura sensación. Eventualmente se retira y nos acurrucamos en la cama el uno junto al otro, mirando el techo. No hablamos, no hace falta.

Estiro mi brazo, trazando pequeños círculos en el aire con mi muñeca. Él se estira y toma mi mano en la suya, observando la diferencia de tamaño de mi pequeña mano contra su gran mano. Tiene callos producto de su trabajo y, acercando su mano a mi boca, beso y lamo gentilmente cada uno, intentando suavizarlos. Sus ojos me observan con una sonrisa y alejo su mano lo suficiente como para soplarla un poco. Su mano acaricia mi mejilla, e inclina un poco mi rostro hacia él, para poder mirarlo. “Hermosa, Katie. ¿Qué voy a hacer contigo?”, niega con la cabeza, con incredulidad en sus ojos.

“Mmm… Déjame ver. Podrías tener sexo conmigo de nuevo. O… Podrías alimentarme”, y justo en ese momento, mi estomago ruge, haciéndonos reír. Se sienta y me ayuda a levantarme, mientras él se para.

“Srita. K, no tenemos sexo. Hacemos el amor, de forma salvaje. Pero no es sexo ordinario y regular. Eso suena barato”, dice, besando mi mano. Sonrío y me alejo de él.

“No lo sé”, digo por sobre mi hombro. “Un buen polvo nunca lastimó a nadie”.

Y luego salgo corriendo hacia el baño. Él me persigue y, al instante, me atrapa por la cintura justo en la entrada del baño. Me envuelve en sus brazos y se estira para encender la ducha, empujándome bajo la cascada de agua fría.

Grito y lo arrastro conmigo. “Sufre, Sr. Grey”. Ambos estamos riendo y jadeando, esperando a que el agua se entibie. Me quito del rostro el cabello mojado y el agua de los ojos; él toma mi rostro y me besa apasionadamente. Nuestras lenguas enredándose, mientras el deseo comienza a aparecer. Me da vuelta para quedar frente a la pared y coloca mis manos hacia arriba en los fríos azulejos. Separando mis piernas, se introduce en mí por detrás y me acomodo para quedar en un mejor ángulo. Dejando que el ritmo se forme, sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y me toca entre las piernas en el momento indicado, acariciando mi núcleo gentilmente para llevarnos juntos a la cima. Siento mis piernas débiles y mi sexo dolorido cuando él se retira de mí y comienza a lavarme.

Nos besamos, tocamos, enjabonamos y enjuagamos el uno al otro y quince minutos más tarde, salimos de la ducha. Él envuelve una toalla alrededor de su cintura y toma otra para envolverme a mí. Me besa mientras seca mi cuerpo, y sé que podría vivir así con este hombre para siempre. Me quita el aliento. Regresamos a la habitación, tomamos ropa y nos vestimos. Todo resulta tan natural que parece como si fuéramos amantes desde hace años en vez de minutos.

Por acuerdo mutuo, decidimos componernos y salir. Optamos por usar su camioneta, primero porque no lo imagino sentado en mi auto deportivo y segundo porque no creo que mis piernas funcionen lo suficiente como para operar un vehículo. Quizás debería seguir el ejemplo de Ana y comenzar a ejercitar.

Terminamos en el restaurante local y no puedo evitar pensar que esto es exactamente lo que necesito. Ambos ordenamos hamburguesas con papas fritas, ensalada y Coca. Coca dietética para mí. Hablamos sobre su proyecto hasta que llega la comida y siento como si fuese la mejor comida que he saboreado en años. Me siento ensoñadora, cuando de repente veo aparecer una mirada seria en su rostro.

“¿Qué sucede?”, pregunto.

“¿Es tan evidente?”, responde y me imagino lo peor. Oh, esto es todo. Eso fue sexo antes de la ruptura. Mierda, cómo no me lo vi venir. Mis pensamientos deben de reflejarse en mi rostro porque sus ojos lucen repentinamente alarmados.

“No, Katie, no es eso. ¿Cuándo vas a aprender a confiar en mí?”, luce como si estuviese herido. Intento recuperar la compostura.

“Entonces, ¿qué es?”. Me siento tan aliviada de ésta no sea la gran despedida que creo que nada de lo que pueda llegar a decir me parecerá tan malo.

“Nena, sé que dije que vendría para escuchar tu discurso mañana pero algo surgió y…”. Lo miro y luce tan afectado que no puedo evitarlo. Comienzo a reírme, cubriéndome la boca con las manos. Oh, este hermoso hombre. Me mira triste y luego desconcertado, al ver mi reacción.

Intento dejar de reírme lo suficiente como para responderle.

“Está bien. Creo que podré sobrevivir si tú no tienes que soportar dos aburridas horas de graduación sólo por mí”, me río de nuevo pero él parece algo triste.

“Realmente quería verte dando tu discurso. Estoy tan jodidamente orgulloso de ti, Kate”, está genuinamente afectado ahora y me toma por sorpresa.

“Eso muy dulce de tu parte pero sólo es un ceremonia. De todas formas, seguro que mi hermano lo filmará así que podrás verme en Youtube”, intento sonar relajada. No puedo comprender del todo su reacción. “La gente obtiene títulos todos los días. No es la gran cosa”. Y entonces lo noto. Algo parecido al remordimiento. ¿Qué está intentando decirme? ¿Que él no tiene…?

“No todos los días”, dice tristemente.

“¿Intentas decirme que tú no tienes uno?”, pregunto. No quiero que suene como una acusación pero me parece extraño que alguien como él, con experiencia, una madre doctora y un padre abogado, no haya completado una educación superior.

Se recuesta sobre el asiento, luciendo incómodo y se pasa la mano por el cabello. “Nunca fui a la universidad, Kate. No tengo un título”. Pienso en ello por un minuto. No me molesta en lo absoluto pero sí parece molestarle a él.

“Pero eres exitoso sin uno. No todo el mundo necesita un título para obtener lo que quiere en la vida. ¿Alguna vez escuchaste hablar sobre la inflación académica?, pregunto. Me mira y le sonrío con confianza, pero aún no luce convencido. Baja la mirada hasta sus manos, frotándoselas.

“No pude asistir a la universidad”, dice quedamente, sin mirarme. No puede haber sido por falta de dinero, los Grey nunca han estado cortos de dinero y sé que Christian fue a Harvard pero abandonó para convertirse en un magnate de los negocios.

“¿Querías asistir?”, pregunto. Aquí yace la cuestión de su problema. Está escrito en su rostro. Entonces, ¿qué lo detuvo?

“No pude aprobar los exámenes de ingreso. Supongo que no era lo suficientemente inteligente”. Esto me desconcierta. Con sólo hablar con él, cualquiera se da cuenta de que es elocuente e inteligente. Eso debería haber sido suficiente. “Soy disléxico”, murmura. Puedo sentir la ira y la vergüenza emanando de su cuerpo. Oh, nene. Me estiro y tomo su mano.

“Pero no lo entiendo, la dislexia no debería haberte impedido ir a la universidad. Conozco gente con diferentes tipos de problemas de aprendizaje que han completado sus estudios. ¿No te consiguieron ayuda tus padres o tus maestros?”

Avergonzado, mantiene su mirada enfocada en la mesa mientras habla. “No fui diagnosticado hasta que tuve 16. Hasta ese momento me las había podido arreglar con una buena memoria y mucho encanto. Desde que tenía 12 siempre ha habido una fila de chicas dispuestas a ‘ayudarme’. Todo lo que eso logró fue enmascarar el problema. Cuando me tocó hacer el examen final en la escuela, me rebelé. No sabía qué era lo que estaba mal conmigo, todo lo que sabía era que no le encontraba sentido a los exámenes escritos. Me salí de la línea por un tiempo y finalmente mi papá se dio cuenta, pero para ese entonces yo ya estaba bastante convencido de que era un estúpido. Rechazaba cualquier cosa que requiriera que me sentara a tomar un examen, incluso matemáticas, asignatura en la que me iba muy bien. Mi actitud apestaba. Alejé a mis padres con una actitud agresiva. Cada vez que intentaban ayudarme, hacía algo estúpido y terminaba suspendido de la escuela. Mi aprendizaje en construcción me salvó. Ahora me arrepiento de no aceptar la ayuda cuando tuve la oportunidad pero en ese momento valoraba más mi reputación que mi educación. Supongo que sólo era el típico adolescente idiota”.

“Ser disléxico no tiene nada que ver con la inteligencia. Y la universidad tiene poco que ver con el éxito. Eres determinado y talentoso en lo que haces. Si no fueses inteligente y perspicaz, no estarías donde estás hoy”, digo tratando de darle confianza. Eventualmente levanta la vista y me mira.

“Katie, eres tan hermosa y brillante. Eres buena con las palabras y la escritura. Realmente envidio eso. Y creo que parte de mí está muerto del susto, temiendo que te aburras de mí. Temiendo no ser lo suficientemente listo para estar a tu altura. Seguramente a tu padre no le agradará que un estúpido constructor esté saliendo con su hija”. Sus ojos vuelven a enfocarse en nuestras manos, mientras él acaricia mi suave mano con sus ásperos dedos.

“No pienses así de ti, Elliot. Eres mucho más inteligente que lo que podría llegar a decir un papel. Mi padre va a ver eso a los cinco minutos de conocerte”, levanto su mano y beso su palma. “Me gusta que un hombre sea bueno con sus manos”, le sonrío.

Se levanta rápido de su silla y se acerca para envolverme en sus brazos. “Dios, te amo, Kate”. Y luego me besa, en frente de todo el restaurante y no puedo evitar sentirme orgullosa de que este hermoso y fuerte hombre se me esté declarando en frente de todos estos extraños.

2 thoughts on “Capítulo 16 –Inteligencia-

  1. FANNY REBELLON BOLIVAR says:

    Waw sasha te botaste en estos capítulos la inspiración la tiene por las nubes, eres fantástica, te agradezco tu tiempo eso no tiene precio, amo todo lo que tenga que ver con grey y agradezco a escritoras como tu que complazcan ese gusto, tanto a mi como a miles de fans de nuevo gracias un beso madre. P.D: amiga plis no demores mucho en darnos estos regalos plis de verdad extrañaba tu historia.

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  2. Ericka says:

    No se ni q decir, no imagine nunca ls relación de estos dos de esa manera, aunq un momento dude no lo niego porq en 50 sombras Elliot no presentaba esos problemas, tengo q felicitarte por tu forma de escribir porq esta aversión me la creí. Espero no demores tanto tiempo sin publicar los próximos capítulos, ya nos tienes enamoradas con la historia. 👏

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