Capítulo 8–Receta para el Amor-


N/A: Esta es la historia de Kate y Elliot. Gracias a EL James por crear unos personajes tan maravillosos y dejarnos jugar con ellos. Las cosas se volverán algo obscenas de vez en cuando – calificado M por Mmm… Travesuras. Gracias por leer y disculpas por las desviaciones del texto original. ¡Disfruten!

Un poquito de mí y un montón de ti

También añade una pizca de luz de estrellas y una docena de rosas

Luego déjala aumentar por cien o doscientos años

Y esa es la receta para hacer el amor

No necesita azúcar porque ya es lo suficientemente dulce

No necesita un horno porque ya tiene mucho calor

Sólo añade una pizca de besos para completarla

Y ésa es la receta para hacer el amor

– Recipe for Love – Harry Connick Jr-

 A la mañana siguiente, me despierto desperezándome. Mi cabeza se siente mucho mejor de lo que debería y, recordando los eventos que ocurrieron la noche anterior, me doy vuelta para ver si él todavía está aquí. Me invade la decepción cuando veo la cama vacía y noto que su ropa no está. Mierda. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que perdí el control de la situación? Los hombres hacen fila para llevarme a la cama y generalmente yo los dejo. Bueno, no, técnicamente han sido sólo un par de novios y algunos galanes que casi lo logran pero no lo hicieron; sin embargo, siempre supe cuáles eran las intenciones de todos. ¿Cómo es posible que un reconocido patán como Elliot Grey sea capaz de resistirse a mis encantos? Sobre todo cuando acaba de declararme amor eterno. ¿O no lo hizo? Con un quejido, me giro y tomo las pastillas y el agua que me dejó en la mesita de luz. Al menos es considerado. Luego escucho un ruido en el comedor y la puerta de entrada que se abre. Mierda, es Ana.

Me levanto de la cama veloz como un rayo; no me quiero perder ningún detalle sobre su noche. Pero cuando entro al comedor, encuentro a Elliot entrando en el departamento. Me detengo, apoyándome sobre el marco de la puerta, tratando de recuperar el aliento. Él está aquí, conmigo. Quizás…

“Hola, nena. Traje café. No estaba seguro sobre cómo lo tomas, así que compré espresso y cappuccino. ¿Cuál quieres?”, su sonrisa es contagiosa. Me dirijo hacia él. Coloca el café sobre la mesa y envuelve sus brazos a mi alrededor, dándome un beso en la boca. “Te ves hermosa esta mañana”.

¿Qué? Sin maquillaje, despeinada, pijama rosa y con resaca. ¿Está hablando en serio?

“Los halagos te llevarán lejos”, le sonrío. Agarro el espresso de la mesa y me dirijo hasta la cocina para ponerle dos de azúcar. Vuelvo hacia el sofá y me siento. “Me siento horrible pero gracias por la mentira”.

“Oh cariño, ¿te mentiría?”, se ríe, toma su café y se sienta a mi lado. “Así que ¿ésa es la forma en la que tomas el café normalmente?”

“Oh sí, dulce, fuerte y negro. Como mi alma”, le digo sonriendo. Me mira de reojo.

Me sonríe, con esa sonrisa tan particular de Elliot Grey y me hace desearlo demasiado. Sin cambiar su expresión, toma mi barbilla y se inclina para besarme. Sé que mi boca debe tener el gusto de una cloaca pero no puedo resistirme a él. Nuestras lenguas se entrelazan y las cosas comienzan a calentarse. Él se detiene, “Bebe tu café antes de que alguien salga herido”.

Su teléfono vibra en su bolsillo y él se estira para agarrarlo, sin levantarse. Lo mira rápidamente y presiona un par de botones. “Ana está bien, está con Christian en el Heathman. Él quería que lo sepas”.

“¿Qué le respondiste?”, le pregunto con curiosidad.

“Que estoy aquí contigo y que también estoy bien”. Me río. Así que Christian y yo somos los predadores. No lo creo, Elliot Grey. Tú también tienes tu parte. “Le pregunté si tuvo sexo”.

“¡Elliot! Y ¿qué te dijo?”, no sé si sorprenderme o si reírme. Estamos hablando de la virginal Ana, la chica que no ha tenido ni un solo novio en los últimos cuatro años. A diferencia de mí, tampoco ha tenido sexo ocasional. Quiero enojarme con Elliot pero luce tan divertido que, en su lugar, canalizo todo mi enfado hacia su hermano.

“Él no es de los que divulgan ese tipo cosas”, apoya el teléfono sobre la mesa y vuelve a mirarme, tomando otro sorbo de su café. “Cuéntame sobre Ana”. Parece genuinamente interesado pero me causa desconfianza. Esa aparentemente inocente pregunta es el comienzo de un interrogatorio. Reconozco muy bien la táctica pero no estoy segura de cuáles son los motivos detrás de ella. ¿Se trata de conocer a mi mejor amiga o de proteger a Christian?

Empecemos con la verdad. “Ella es una persona maravillosa que se merece encontrar el amor. Es increíblemente leal, tranquila, graciosa, inteligente. También tiene una humildad increíble. No tiene idea de lo verdaderamente atractiva que es y de cuántos hombres quisieran estar con ella”.

“¿Es gay?” Casi me ahogo con mi café. ¿No es eso lo mismo que hice que Ana le preguntara a Christian? Mierda. “No, no es gay. Sólo que nunca ha encontrado al chico correcto”.

“Me gusta molestarlo a Christian con que es gay. Sé que no lo es, pero es tan fácil provocarlo”. En ese momento, siento compasión por Christian Grey. “¿Y qué hay de ti y los hombres? ¿Hay alguien especial con quien tendré que lidiar? Como, por ejemplo, todos esos tipos del bar”.

Sonrío. Quizás me les insinúe a todos pero no duermo con todos. Desafortunadamente eso no es lo que ellos le dicen a sus amigos. “Yo soy lo que se clasificaría como una eterna provocadora. Los tipos me desean, soy consciente de que lo hacen y juego con ellos. Sin embargo, no llegan lejos, así que no, no hay nadie especial. Por el momento”, añado ese último comentario en un susurro, sólo para ver su reacción. Funciona. Deja su taza en la mesa, luego me saca la mía de las manos y la deja al lado de la suya.

“Me vas a hacer esforzar por esto, ¿no, Katie? Como te dije anoche, todo lo que debes hacer es tener la mente clara y decidir qué es lo que quieres. Luego será sencillo. Yo estaré aquí en cuerpo y alma”, me mira tan seriamente que tengo la necesidad de creer en sus palabras. Desvío la mirada, con lágrimas en los ojos. Las relaciones no funcionan de esta manera. Una parte de mí desearía que se detenga.

Elliot se para, tomando las tazas vacías de café, y se dirige a la cocina. Lo escucho revolver en el refrigerador y me pregunto qué le podría ofrecer de desayuno. Un tipo como él debe requerir bastante alimento. Me levanto y voy hasta la puerta de la cocina. Él está tarareando mientras saca del refrigerador huevos, tocino, pan, tomates, palta y hongos. Los coloca en la mesada y rápidamente busca una sartén. Yo jamás cocino y de repente tengo miedo de que me pida que le prepare el desayuno. Mierda.

“Umm… Podríamos salir para desayunar. Pago yo”, le ofrezco esperanzada. Él me sonríe indulgentemente.

“¿Por qué haríamos eso cuando tu refrigerador está tan bien abastecido? ¿A menos que estés guardando esto para cocinarle la cena a otro tipo?”, ladea la cabeza y me mira especulativamente.

“Ah no. Es sólo que…”, niego con la cabeza, bajando la vista hasta mis pies. Me siento tan estúpida e inadecuada. La cocina es  una de esas áreas que todavía no logro desarrollar. Ana ha intentado enseñarme pero soy inútil en la cocina. Si no fuera por ella nos moriríamos de hambre; o tendríamos que salir a comer todas las noches. Ella nunca permitiría eso. Afortunadamente, ella es una gran cocinera y yo una gran compradora. Resulta más fácil de esa manera. Pero con Elliot aquí, de repente soy consciente de mis defectos y me siento avergonzada de no poder hacer por él una cosa tan simple. Él parece notar algo en mi mirada.

“Oye, Katie”, deja el cuchillo que estaba sosteniendo y se acerca a mí. “Puedo cocinarnos el desayuno. De hecho, soy un gran cocinero”. Busca en su bolsillo y saca su celular. “Toma, llama a mi hermano y pregúntale”, luce fresco e ilusionado. No puedo evitar reír. “Eso está mejor… Ahora, ven aquí”.

Me ubica frente a él, dejándome atrapada entre su cuerpo y la mesada de la cocina. Coloca el cuchillo en mi mano y luego pone su mano sobre la mía, así ambos cortamos el tomate. Es un poco sensual. Nos movemos lenta y cuidadosamente mientras preparamos los vegetales. Manteniendo su agarre en mi mano, me lleva hasta el alféizar de la ventana, donde hay hierbas frescas creciendo. No conozco ni a la mitad de ellas. Tomando algunas, las sostiene cerca de mi rostro. Las huelo.

“ Mmm… Albahaca, orégano… Tiene todo un jardín aquí, Srita. Kavanagh. Fresco y hermoso, como tú”. Y por Dios, me sonrojo furiosamente. Arrastra las hierbas por mi rostro y luego lame gentilmente ese recorrido, como si estuviese saboreando donde estuvieron las hierbas. Inclino mi cabeza hacia atrás para darle mejor acceso. Este hombre me tiene perdida en las sensaciones.

Sale de la cocina y va a la sala. Repentinamente el departamento se llena de música, sonando las notas de La Traviata. Vuelve a la cocina, retoma su posición detrás de mí, y comenzamos a cortar las hierbas juntos. Él controla los movimientos. “Bien, ¿puedes poner vinagre en el agua que está calentándose en la hornalla? Basta con sólo una taza”. Hago lo que dice mientras él pone aceite en otra sartén. Sus movimientos son eficientes y sencillos; es un placer observarlo. Rápidamente tiene los huevos hirviendo y el tocino y los vegetales salteándose. Rebana un poco de pan y lo coloca en la tostadora.

“¿Puedes buscar los platos, nena?”

Me muevo para ubicar todo en la mesa mientras él coloca la comida en los platos. Sirvo el jugo de naranja y me siento, cuando él trae mi desayuno.

“Mademoiselle. Bon appetite”, me besa suavemente y se sienta en su lugar. Toma mi mano y la besa, y comienzo a reír como una niña.

“¿Habla francés y cocina, señor?”, pregunto.

“Español, de hecho. Mi hermano y mi hermana hablan francés pero yo tenía que ser el rebelde”, comenta y me encuentro sorprendida por los talentos de este hombre. Construye, baila, cocina, habla español. ¿Qué más?

“¿Por qué español?”, le pregunto.

“Cuando éramos niños, teníamos una ama de llaves española. Hablaba muy poco inglés y mi familia era muy paciente con ella pero yo me daba cuenta que le costaba. Cuando mi madre insistió en que debía aprender un idioma, decidí que quería aprender español para poder ayudarla”, va hablando mientras traga grandes bocados de comida. Sí, este hombre requiere mucho alimento. Yo también estoy bastante hambrienta y esta comida está fabulosa. Mejor que cualquiera que hubiéramos comprado en un local de IHOP. Saboreo cada bocado maravillada por la forma en la que él fue capaz de crear tantos sabores con ingredientes  tan sencillos.

“Esto sabe increíble. ¿Te enseñó a cocinar tu ama de llaves?” le digo, saboreando otro bocado.

“Sí, pero también lo hizo mi querida hermana pequeña Mia. Ella está estudiando en Francia con un chef famoso. Es una de las cosas que nos ha unido. Ambos amamos comer y ella me enseña todo lo que sabe. Bueno… Casi todo”. Puedo oír en su voz cuánto la adora y mi corazón se enternece. Este hombre es maravilloso. Tan amoroso, tan gracioso.

“Cuéntame sobre Construcciones Grey”. Y en ese momento él florece por completo. Durante la siguiente media hora, me cuenta sobre su negocio y sobre cómo su hermano lo ayudó a empezar. Christian es el cerebro económico de su familia y los ha ayudado a todos a adquirir seguridad con sus emprendimientos. Pero la construcción en sí, es todo mérito de Elliot. Él tiene una pasión por las construcciones ecológicas y los materiales reciclables. Ha construido por todo el mundo y su compañía está triunfando en una economía peligrosa. Estoy maravillada por su pasión y fervor, y podría escucharlo hablar todo el día. Las preguntas salen solas de boca, mientras intento saber más y más sobre él y sobre lo que piensa. Su inteligencia y conocimiento son increíblemente sexy. ¿Cómo no podría amar a este hombre?

Oh Dios. Esto no puede estar pasando. Acabamos de conocernos, no hemos ni dormido juntos y yo ya estoy locamente enamorada. Inmediatamente entierro esos sentimientos; no se puede confiar en ellos.

Volvemos a hablar sobre su familia y me hace reír con historias de su infancia. Es obvio que ama a sus padres y hermanos y que se preocupa profundamente por la gente cercana a él. Tengo lágrimas en los ojos cuando él me cuenta de una pelea que tuvo con Christian y que tuvo como resultado una lucha de artes marciales. Recreando partes enteras de la pelea, me asombra la manera en la que habla y se mueve, y como se auto-desprecia. Sabía que Christian iba a golpearlo terriblemente así que recurrió al sarcasmo y luego corrió tan rápido como le fue posible, sin atreverse a salir de su escondite hasta tener certeza de que Christian estaba calmado. Me comenta que sabía que los problemas de ira que tenía Christian fueron producto de su dura infancia, por malas experiencias de sus años anteriores a que sus padres lo adoptaran. Y, aunque lo asustaba, siempre consideró a Christian un hermano, al cual ama y defiende ante todo. Aparentemente no había nada más peligroso que los hermanos Grey y me relata algunos de los líos en los que se han metido. Para cuando termina de ayudarme a limpiar la cocina, estoy encantada y llorando de risa al mismo tiempo.

5 thoughts on “Capítulo 8–Receta para el Amor-

  1. FANNY REBELLON BOLIVAR says:

    Dios que bella historia sasha te la comiste, que bellos sentimientos los de elliot , y todo lo que sabe hacer es una maravilla, kate esta echa, con razon el se enamora desde el comienzo y kate lo siente igual por la manera de ser de el, gracias sasha, amo tu historia tienes una fan en mi, y voy a promocionarte y recuerda si quieres habla con sirocco, cualquier cosa mi facebook es fannyrebellonbolivar@gmail.com gracias amiga un beso desde venezuela.

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    • Jenn says:

      Gracias por el apoyo de siempre, nos alegra muchísimo que estés disfrutando la historia y, como te dije con anterioridad, Sasha está muy agradecida. No te pierdas los próximos capítulos porque se vienen momentos interesantes 😉

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  2. Ericka says:

    Siempre pense q Elliot era de buenos sentimientos y adore la forma en la que siempre cuidaba de sus seres queridos. Pero me a encantado verlo de esta forma tan humana y natural. Felicidades por la historia esta genial y gracias por compartirla.

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    • Jenn says:

      Elliot el eterno caballero; tenés razón, es lindo conocerlo más íntimamente. Muchísimas gracias por leer y por tu comentario 🙂

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